jueves, 30 de agosto de 2012

...................... Mistral.....................

Suenan, suenan las olas,
cuando se rompen en barlovento
con el mistral.
Llegan a mi mañana
los alfabetos de otro lugar.
De otro lugar...
Cuelgan, mis pies se cuelgan
sobre la popa.Soy un pirata
pisando sal.

Me acaricia el pelo,
suelto al viento mis secretos.
Todos mis intentos
de pararlo fueron necios.
Se va el mistral.

Tengo, mi barca llena,
llena la tengo: pulpos, estrellas
y un calamar.
Me amarraré a este puerto.
Un centinela me habrá de amar.
Me habrá de amar...
Voy arriando velas
y en la bodega guardo el tesoro
del capitán.

Me acaricia el pelo,
suelto al viento mis secretos.
Todos mis intentos
de pararlo fueron necios.
Se va el mistral.

Sopla, con fuerza sopla
llegando al faro. Siento en la proa
el maestral.
Queda la espuma blanca.
Llegó septiembre como un final.
Como un final...
Líneas, dibuja líneas
sobre mi mapa. Del noroeste
hacia la mar.

Me acaricia el pelo,
suelto al viento mis secretos.
Todos mis intentos
de pararlo fueron necios.
Se va el mistral.
Se va el mistral...



jueves, 16 de agosto de 2012

Glaucoma, ojos verdosos

Ojos verdosos. Glaucoma, que viene del griego.
Los motivos por los que María es ciega no son relevantes para esta historia. Han sido años de lucha contra esta grave enfermedad ocular, lenta, silenciosa y fatal. Quien padece glaucoma congénito conoce siendo niño a su oftalmólogo, cuando éste se acaba de licenciar, está obligado a seguir allí cuando el mismo oftalmólogo se casa y cuando es padre. Hace amistad con las jóvenes enfermeras y las trata hasta casi su madurez.
Operaciones, gotas, colirios... Probamos esto que ha salido nuevo. Si la tensión ocular no baja es necesario operar.
Visto desde dentro gana la batalla cuando el nervio óptico es ya irreparable. Cuando está totalmente excavado. De un modo indoloro y a traición.
.......................................................................................................................
María tiene una niña pequeña, y decidió ser madre cuando ya había perdido la vista. Su marido tampoco ve. La niña es divertida, espabilada, bonita y parlanchina. Podría decir que es como son todas las niñas, pero faltaría a la verdad. Es especial, madura y lista.
En un arranque de rabia, María descuelga el teléfono para pedir consejo sobre cómo debe actuar ante su niña. Cómo proceder ante el mundo que las mira a ambas de reojo. ¿A quién llamar?, piensa.
A los tres tonos le contestan. Saludos. Cómo te va?... Enseguida conduce la conversación al tema que ahora le preocupa. Lamenta las indicaciones bienintencionadas, pero constantes, de su entorno más cercano y de aquellos que casi no la conocen. Percibe y detesta la lástima que a veces las acompaña, por ejemplo, en un simple trayecto de autobús.  Al minuto de conversar empieza a llorar y sigue así todo el tiempo.Y desde el otro lado, unos ojos también verdosos y sumidos en la terrible oscuridad le dicen con ternura muchas cosas. Y la escuchan.
Desde lejos, en la habitación contigua, contengo las lágrimas y me quedo con algunas palabras, que se resumen en una idea: - Que te vea siempre, María. Si alguien la lleva al parque, tú allí; si está en el zoo, tú allí; si está en la playa, tú allí, el primer día de colegio, un festival escolar...tú siempre con ella.
Eso es lo que recordará tu hija. Que siempre estuviste. Que no tiraste la toalla. Que los miedos de los demás no pudieron contigo. Que las aceras estrechas y las farolas que aparecen como setas no te impidieron estar. Que la mirada curiosa e ignorante del mundo no debe importarle. Que la pereza no pudo más que tú,, porque otro haría fácilmente lo que a ti te cuesta tanto... Y algún día, más pronto que tarde, tu hija comprenderá que debe ir con la cabeza muy alta porque una mujer valiente quiso ser su madre aún antes de conocerla.