jueves, 23 de enero de 2014

La escuela que me tocó enseñar

"Este cansino andar de cada día
que pretende acabar con la belleza..."
                                  Rafael Fernández Carmona

Es difícil, resulta y se hace difícil... tan pesado, tan cuesta arriba, tan poco motivador... ¿En qué momento se olvida la escuela de tratar a los niños como a niños? ¿En qué cruce de caminos se decide que el tedio es la forma natural de aprender? 
Preguntemos a un alumno de primaria si le gusta ir al cole... Sí. Les suele gustar. Pero preguntemos el por qué. Sumemos todas las repuestas que apuntan al hecho de aprender. Restemos las que son retahílas aprendidas. Eliminemos también de la lista las que indican que allí tienen a sus amigos.
Pues aquí me encuentro. Maestra de primaria inmersa en un sistema que no motiva, que no ilusiona y que no exige nada que tenga que ver con la superación personal, con lo que cada uno tiene que va a beneficiar al grupo social al que pertenece, con lo que mejor sabemos y sabremos hacer.
Nos pasamos la vida escolar imponiendo las lecturas, los textos, los intereses, los procesos individuales, los baremos colectivos y la competitividad. La oportunidad y la opción individual de cada uno nunca es igual, por más que se empeñen. Estamos sosteniendo sobre el papel  un sistema educativo que pretende igualar y que no hace otra cosa que desigualar.
Ignoramos que convertimos el camino de la infancia en algo muy aburrido. No tenemos en cuenta que el esfuerzo no debe ser impuesto, sino motivado y por lo tanto voluntario. No hay aprendizaje que no lo requiera. Pero el objetivo final de cualquier esfuerzo o sacrificio para un niño no puede reducirse a  ideas abstractas. Claro que hay que apechugar con cosas que no nos gustan, como en la vida misma, pero sin dramas, sin agendas de ejecutivo, sin darle más valor a una nota numérica de lo que realmente tiene. No estoy hablando de enseñar sin programar o sin marcarse unos objetivos. Hablo de enseñar de una forma concreta y teniendo en cuenta que cada individuo es único, que va a formar parte de la sociedad y que siempre tiene y tendrá algo que aportar. A esa parte es a la que tenemos que llegar, conmover, remover, educar, enseñar... Siempre como un desarrollo personal que se  integrará progresivamente en un todo común.
Pero esta es la escuela que me tocó enseñar y desde mi posición en la cadena trataré de plantar cara a todo lo que no me convence en la medida en que me lo permitan. Aunque a veces, este cansino andar de cada día pretenda acabar con la belleza...